lunes, 24 de julio de 2017

Cuba, La Habana en fotos (68)

La Habana es mucho más que ciudad.
Rampa, Malecón, Casco histórico, desnudos balcones con añejas grietas.
La Habana va más allá de Coppelia, de G o de Paseo.
Ella sale rumbo a La Habana del Este y te invita a sus playas.
El Mégano fue la primera que me hizo admirar sus bellezas naturales, su fina arena y abundantes dunas.
Guanabo es por excelencia punto de referencia para descansar a la orilla del mar, pero a la entrada de Boca Ciega hay una que entra en la polémica popular y acoge una diversidad de colores.
Mi Cayito es ese sitio que confieso no es de mi preferencia pero es un mágico lugar para captar los caprichos del paisaje.
Para llegar a ella en ocasiones hay que atravesar un caudaloso río que por etapas desaparece.
En otros momentos es solo un arroyuelo donde se unen Oshún y Yemayá, donde La Vírgen de La Caridad del Cobre y La Vírgen de Regla, se abrazan para desembocar sus furias de aguas cristalinas, dulce y salada.
Allí lo mismo encuentras familias con sus pequeños en la tranquilidad y paz de Cuba, que turistas de cualquier sitio del mundo.
En ese paraje de la geografía habanera se reúnen sin censuras aparentes, rostros que buscan la libertad de expresión corporal, sus preferencias sin límites, sin miedos.
La Habana es mucho más que ciudad, es una permanente invitación a descubrir cada detalle de sus bondades.
Y aunque la cámara ya no está porque precisamente en ese sitio dejó de ser, queden estas imágenes como constancia de la Madre Natura y sus colores de vida.   

Desde mi balcón habanero (5)

Cada atardecer es diferente desde el mi balcón habanero.
Se dibuja un misterio de luces que van diciendo adiós al día.
Destellos con el color de Carapachibey, donde el anaranjado se viste de varios matices.
Es un adiós que da paso a la noche, ese manto negro que nos incita a buscar otros mundos en el entorno.
Un mundo de sombras, de fantasmas ocultos tras rostros desconocidos.
Pero este pinero sigue extrañando a su ínsula caribeña, la tierra de bellos parajes llenos de tesoros escondidos.
Mientras disfruto cada detalle de mis atardeceres desde La Habana, mi segunda madre, esa que me acogió para brindarme su amor incondicional y que también está dispuesta a dibujarme un paisaje en el horizonte para así no morir de melancolía.

Cuba, La Habana en fotos (67)



Nunca digas nunca.
Ese refrán “nunca” lo podré olvidar.
Y les explico el por qué.
Hace muchos años atrás tuve una relación la cual me pedía venir a vivir a La Habana y yo le decía: Nunca viviría en la capital.
Motivos le daba como por ejemplo el bullicio en sus calles y barrios, la agresividad de una vida agitada, deprisa, estresante tras las guaguas, en fin.
En el año 2002 vive a un curso de seis meses para la formación de Locutores de Informativos de televisión, y aunque tuve la posibilidad de quedarme a vivir y a trabajar, regresé a la Isla.
Nunca me quedaría en esta jungla de asfalto, nada que ver conmigo, con mi personalidad sencilla, de campo, de guajiro del monte.
Y…, ya ven, la vida me demostró que “nunca digas nunca”.
Un buen día, y digo “buen día” porque así fue, llegué de vacaciones y a la semana estaba contratado en una de las emisoras nacionales.
La Habana llegó y quedó en mis días y noches.
Ahora la comparto en Carapachibey, un blog que nació en la Isla de la Juventud, mi entrañable terruño pinero, y aunque es y será mi amor en la distancia, hoy esta urbe me acoge como a un hijo y le debo también la formación y realización profesional.
A ti Habana querida, nunca más diré nunca y comparto tus bellezas arquitectónicas, tus encantos de ayer y la modernidad de hoy.
Desde Cuba y para el mundo un regalo visual.