martes, 11 de septiembre de 2018

Desde mi balcón habanero (7)

A la izquierda, la primera persiana, es la de mi cuarto.
Un cuarto donde duermo en la soledad de la noche, con la sola compañía de Morfeo.
A la espera de que la vida me regale la compañía que sepa valorar los sentimientos de entrega en cuerpo y alma, de seriedad, responsabilidad, sencillez, bondad, comprensión, humildad.
   Se divisa el largo camino que me conduce a la civilización, entre campos voy caminando en busca del nuevo día que Dios me regala.
  Desde el balcón de la sala de mi apartamento en un quinto piso.
En  mi barriada La Habana tiene también sus sitios naturales entre tanto asfalto, concreto y bulla.
Las tardes se divisan diferentes desde mi humilde vivienda.
La vista se pierde en el horizonte que acoge diferentes tonalidades de verde, un espeso monte lleno de especies de nuestra rica flora.
Pero a la hora del ocaso todo se vuelve de color dorado, de amarillo, anaranjado, de grises o color marrón.
Cada tarde es un dibujo diferente ante cada suspiro del día que nos va diciendo adiós para dar paso a la noche.
Es el instante del atardecer, de la despedida de una jornada de estudios o trabajo.
Es la hora para analizar si quedaron proyectos por cumplir, planes por realizar.
Es momento para la melancolía por los deseos o anhelos que han quedado atrás y que con esperanza mantendremos para otros ocasos hasta llevarlos a feliz realidad y mirar ese cielo con una visión diferente y con otros sentimientos.
Tras el lente de un móvil seguiremos esta gustada serie de Carapachibey, un blog que se detiene por momentos en su actualización, pero que siempre volverá como estos hermosos atardeceres que comparto con los fieles seguidores.


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