En solo tres
días entre el final de 2018 e inicio de 2019 pude disfrutar una vez más de la
apacible vida del pinero.
Su Paseo Martí
o Bulevar de la ciudad capital, Nueva Gerona, aunque no me sorprendía con
nuevas obras, me regalaba esa armonía entre lo natural, lo hecho por las manos
del hombre, y la paz y tranquilidad que nos brinda las ciudades o pueblos
pequeños de mi Cuba.
Caminar su
renovado tramo entre las calles 28 y 18 y la entonces calle 39 o calle Real
como se le llamaba antes de la colosal obra, es todo un disfrute visual para
los habitantes y visitantes de la Isla de la Juventud.
Cada minuto
cuenta en mi corta estancia.
No solo en la
necesaria compañía de mis amados padres, sino también en visitar a las personas
que tienen un significado en nuestra existencia y además en los sitios que me
traen recuerdos de la infancia o juventud.
La Habana ahora
es mi segunda casa.
Acá me
acogieron cual hijo.
Y desde aquí
dignifico a mi terruño pinero.
A la tierra que
me vio nacer y deseo regresar una y otra vez hasta descansar definitivamente en
su regazo maternal.