Era según los
médicos la una de la madrugada.
Tras una fría
noche tu cuerpo se apagó.
Tu luz no me
acompañaría nunca más en vida, aunque tu espíritu es faro y guía en mi
existencia.
Ese mismo día
en horas de la tarde daban sepultura a tu cuerpo.
Yo no estuve
presente para darte el último abrazo y derramar sobre tu rostro mis lágrimas.
Así lo dispuso
Dios.
Era el ocho de
enero de dos mil diez.
Parte de mi
alma y mis sentimientos se fueron contigo mi amado e incondicional amigo.
Gracias por
haber estado en los mejores años de mi vida.
A ti te los
regalé con el cariño y la entrega que solo alguien como tú merece.
Dios te guarde
en un hermoso lugar del universo y ojalá exista otra dimensión después de la
muerte para volvernos a encontrar.
Te regalo esta
foto que bajo tu inspiración capté esta semana.
En ella se
resume el valor de tu naturaleza, tu belleza interior y el hombre sencillo y
humilde que fuiste.
EVELIO MEDINA RODRÍGUEZ