jueves, 18 de octubre de 2018

La sagrada familia (6)

La unión familiar siempre ha caracterizado a los habitantes de los campos cubanos.
Mi familia materna es un vivo ejemplo de ello.
Estas valiosas fotos fueron captadas a finales de 2009.
Entre montes, animales de cría, y la paz espiritual que envuelve a los habitantes de la campiña de mi país.
 La familia reunida preparando unos ricos tamales cocinados en los fogones de leña característicos en los campos de mi bella Cuba.
Memoria histórica tras el lente.
Fotos que quedan para los mejores recuerdos de la familia.
Finales de 2009 e inicios de 2010.
Zona campo en el municipio de Puerto Padre de la provincia de Las Tunas en el oriente cubano.
Sitio de la geografía insular donde aún vive toda la familia de mi madre.
Ellos decidieron echar raíces entre el monte.
Mi madre con solo 14 años de edad se fue con mi padre para la Isla de Pinos y en ese terruño nacimos mi hermano y yo e hicimos parte de nuestra historia.
Gracias a la cámara de Evelio Medina Rodríguez pude captar la vida misma de mi familia materna en este viaje que no he podido realizar por lógicas razones.
Al regresar a la Isla ya Evelito no estaba.
Ese viaje fue el motivo para que yo no estuviese presente en su dolorosa partida.
Dijo adiós y dejó su legado.
A él mi eterno cariño y amor.
También a mis abuelos los cuales están en estas fotos y ya partieron a la eternidad.
El valor de una foto se acrecienta con el pasar del tiempo.
Por eso decidí la creación de Carapachibey, este blog donde la fotografía es la protagonista y el cual los tiene a ustedes como fieles seguidores.
 






Típico plato que aún se prepara lo mismo en el oriente del país como se vende por las calles de La Habana.
Unos ricos tamales.
Mi madre, mi tía Marthica y uno de mis primos.
Mi abuela Chicha.
Mi madre perdió a su mamita cuando ella tenía tres años de edad y la crió esta personita la cual llamamos todos cariñosamente Chicha.
También partió de este mundo y durante muchos años a través de las frecuencias de Radio Progreso, La Onda de la Alegría, tuve la dicha de enviarle saludos y besos.
Allá me escuchaba en ese viejo radiecito el cual estaba en una de las esquinas de su humilde casita.
Su nieto con gran sano orgullo mencionaba su nombre para alegría de ella.
Sin mucho protocolo.
Sentados en el suelo y con el plato en las manos.
Así se disfruta también la comida en la humildad y la sencillez de mi familia materna.
Mi abuelo Mero echándole la sobra de la comida a la cría de patos que tenía en el patio de su casita.
Ya mi amado abuelito partió y la vieja casita tampoco existe.
Donde nació mi madre es ya parte de los recuerdos.
Gracias a Evelio puedo mostrar esta crónica de vida donde la fotografía es de gran valor espiritual y testimonial.
 Mi abuelo Mero junto a mi madre María Morales Reyes.





Momentos que quedaron eternizados tras el lente de la cámara y los cuales ya no volverán.
 Este bloguero junto a su abuelito.

La vida pasa muy rápido, tan de prisa que apenas nos damos cuenta que no somos eternos y hay que saber vivir cada minuto que Dios nos regala sobre la tierra.
Amar es la palabra de orden y la unión familiar tiene que ser parte de nuestros días y noches.

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