Caminar las
calles de la Ciudad Maravilla es toda una fiesta de colores y formas.
Les sugiero no
fijarse mucho en las irregularidades de las calles y aceras.
Eso sí, camine
con cuidado por ellas y deténgase de vez en cuando a contemplar los balcones
que la hacen más personal e íntima ante el transeúnte.
Yo
particularmente disfruto mirar la arquitectura de esos sitios que a la vez son
también indiscretos y se desnudan al mundo sin pudor.
Los hay
elegantes y bien cuidados, añejos y deteriorados, con ropas rotas colgadas en
sus tendederas, mostrándose tal cual son los habitantes de La Habana, la
capital de Cuba, de este archipiélago que tiene un ángel desde cada rinconcito que
capta el lente.
Seguimos de
paseo junto a Carapachibey.
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