A la izquierda,
la primera persiana, es la de mi cuarto.
Un cuarto donde
duermo en la soledad de la noche, con la sola compañía de Morfeo.
A la espera de
que la vida me regale la compañía que sepa valorar los sentimientos de entrega
en cuerpo y alma, de seriedad, responsabilidad, sencillez, bondad, comprensión,
humildad.
Se divisa el largo camino que me conduce a
la civilización, entre campos voy caminando en busca del nuevo día que Dios me
regala.
Desde el balcón de la sala de mi apartamento
en un quinto piso.
En mi barriada La Habana tiene también sus
sitios naturales entre tanto asfalto, concreto y bulla.
Las tardes se
divisan diferentes desde mi humilde vivienda.
La vista se
pierde en el horizonte que acoge diferentes tonalidades de verde, un espeso
monte lleno de especies de nuestra rica flora.
Pero a la hora
del ocaso todo se vuelve de color dorado, de amarillo, anaranjado, de grises o
color marrón.
Cada tarde es
un dibujo diferente ante cada suspiro del día que nos va diciendo adiós para
dar paso a la noche.
Es el instante
del atardecer, de la despedida de una jornada de estudios o trabajo.
Es la hora para
analizar si quedaron proyectos por cumplir, planes por realizar.
Es momento para
la melancolía por los deseos o anhelos que han quedado atrás y que con
esperanza mantendremos para otros ocasos hasta llevarlos a feliz realidad y
mirar ese cielo con una visión diferente y con otros sentimientos.
Tras el lente
de un móvil seguiremos esta gustada serie de Carapachibey, un blog que se
detiene por momentos en su actualización, pero que siempre volverá como estos
hermosos atardeceres que comparto con los fieles seguidores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario