Corría el mes de
marzo de 2014 y después de casi siete meses sin visitar la Isla
de la Juventud, las vacaciones en mi terruño pinero me deparaban un suceso
que a mi criterio se convertiría en el
más importante de la cultura de la Isla.
El 27 sería el gran
estreno de la obra Contigo pan y cebolla
por los muchachos de Pinos Nuevos y ese día la entrada solo era por
invitaciones.
Nadie sabía de mi
visita y caminando por el bulevar de Gerona me encontré casualmente con su
director, el multifacético Miguel Olaechea, a quien le manifesté mi deseo de
asistir al importante estreno.
Me confesó que
estaba seguro que iban a quedar personas afuera sin poder entrar, como sucedió,
pero me dijo: “Ve hoy para allá, que algo se puede hacer”.
El control a la
entrada del pequeño local donde los pineros iban a poder apreciar el arte hecho
por sus coterráneos, no daba la más mínima posibilidad a un “colado” sin la
invitación oficial.
A pocos minutos de
comenzar, escucho una voz femenina que me invita a pasar al local y me dice que
ocupe la primera fila y escoja entre tres asientos dispuestos para las
autoridades de la Isla.
A través de este
artículo deseo agradecer públicamente a
Olaechea por haberme permitido estar entre los primeros en valorar la
calidad escénica del arte en la Isla de la Juventud y su legendario grupo
teatral.
Se preguntarán por
qué esperé tanto para hacerlo y para dedicarle un espacio en Carapachibey.
Por respeto a mis
amigos periodistas, ya que son ellos los que debían dar a conocer los detalles
de tan transcendental suceso, y a más de tres meses sería lógico retomar el
hecho para recordar a todos ese mágico momento que estoy convencido marcó un
antes y un después de la profesionalidad escénica de los integrantes de Pinos
Nuevos.