25 de octubre de 2014.
Viajé al poblado pinero de Santa Fe en un “camello”, ese
popular transporte que rodó varios años por las calles de La Habana y que fue
donado a las provincias.
Quería disfrutar las vistas de mi Isla de la Juventud por
el trayecto de la ruta 36.
Y aquí les ofrezco imágenes que para muchos tendrán un
significado sentimental y espiritual.
Sabemos que en la Isla se construyeron más de 60 escuelas
en el campo, dígase ESBEC e IPUEC, las que albergaron a estudiantes del
territorio, de La Habana y de las provincias orientales, y también mi terruño
acogió a más de 30 mil jóvenes de todos los continentes, fundamentalmente de
África.
Recordamos también con gran cariño a los nicas, los
árabes, los coreanos…
La mayoría de esos de estudios yacen hoy en ruinas, entre
montes de marabú.
Algunos han sido transformados en comunidades agrícolas
para dar cobija a familias que perdieron sus casas tras el paso de los
huracanes que afectan al territorio.
¿Quién no recuerda esa obligada beca desde el séptimo
grado y hasta el pre?
Miles de anécdotas se pudieran contar, cientos de miles,
entre campos de toronjas o de naranjas.
La escuela en el campo marcó la historia de varias
generaciones de pineros, de cubanos, de muchachos de varias latitudes de este
mundo.
Llegaron niños y se fueron hechos profesionales para sus
respectivos países.
Hoy las vemos así en esta zona camino a Santa Fe, carentes
de agua potable, al parecer por la rotura de la turbina que abastece al inmenso
tanque elevado, o quizás por otro motivo desconocido para este bloguero pinero.
Comparto estas imágenes para rescatar la memoria de
quienes compartimos en ellas, en las inolvidables escuelas en el campo de la
Isla, alegrías y tristezas, el primer amor, las enseñanzas de profesores que
dieron lo mejor de ellos para que estemos aquí, formados y educados.
Gracias a todos.