Caminar las calles de La Habana es uno de mis
entretenimientos favoritos en tiempo libre.
Disfruto cada detalle a mi alrededor, como un guajiro que
desea comerse el mundo por los ojos.
Y “Lo feo”, como titulé en anterior artículo, también se
convierte en sucio en este maravilloso Patrimonio de la Humanidad.
Dice un refrán que mucho mejor que limpiar, es no
ensuciar.
Y es lamentable ver la cantidad de basura y escombros que
a diario vemos en cualquier esquina de la capital de los cubanos, lo mismo en
un céntrico sitio del Vedado, que en un apartado barrio del centro de la
ciudad.
Se hacen llamados a diario por los medios de prensa a
cuidar el entorno, a mantener limpia esta casa grande de todos, y pasan los
años con el tema que se reitera una y otra vez en la radio, la prensa escrita y
la televisión y aún no se gana conciencia ciudadana, no se tiene la percepción
de riesgo porque bien sabemos que la falta de higiene es fuente de
proliferación de vectores, roedores, de enfermedades transmisibles a la
familia.
Duele que el mundo nos mire así, vea la falta de
pulcritud por parte de los capitalinos, y sí, nos miran, porque miles nos
visitan a diario y se llevan en imágenes y en su opinión, la cara sucia del
cubano que reside en esta maravillosa y bella ciudad.