Nunca digas
nunca.
Ese refrán “nunca”
lo podré olvidar.
Y les explico
el por qué.
Hace muchos
años atrás tuve una relación la cual me pedía venir a vivir a La Habana y yo le
decía: Nunca viviría en la capital.
Motivos le daba
como por ejemplo el bullicio en sus calles y barrios, la agresividad de una
vida agitada, deprisa, estresante tras las guaguas, en fin.
En el año 2002
vive a un curso de seis meses para la formación de Locutores de Informativos de
televisión, y aunque tuve la posibilidad de quedarme a vivir y a trabajar,
regresé a la Isla.
Nunca me
quedaría en esta jungla de asfalto, nada que ver conmigo, con mi personalidad
sencilla, de campo, de guajiro del monte.
Y…, ya ven, la
vida me demostró que “nunca digas nunca”.
Un buen día, y
digo “buen día” porque así fue, llegué de vacaciones y a la semana estaba
contratado en una de las emisoras nacionales.
La Habana llegó
y quedó en mis días y noches.
Ahora la
comparto en Carapachibey, un blog que nació en la Isla de la Juventud, mi
entrañable terruño pinero, y aunque es y será mi amor en la distancia, hoy esta
urbe me acoge como a un hijo y le debo también la formación y realización profesional.
A ti Habana
querida, nunca más diré nunca y comparto tus bellezas arquitectónicas, tus
encantos de ayer y la modernidad de hoy.
Desde Cuba y
para el mundo un regalo visual.
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