La Habana es
mucho más que ciudad.
Rampa, Malecón,
Casco histórico, desnudos balcones con añejas grietas.
La Habana va
más allá de Coppelia, de G o de Paseo.
Ella sale rumbo
a La Habana del Este y te invita a sus playas.
El Mégano fue
la primera que me hizo admirar sus bellezas naturales, su fina arena y
abundantes dunas.
Guanabo es por
excelencia punto de referencia para descansar a la orilla del mar, pero a la
entrada de Boca Ciega hay una que entra en la polémica popular y acoge una
diversidad de colores.
Mi Cayito es
ese sitio que confieso no es de mi preferencia pero es un mágico lugar para
captar los caprichos del paisaje.
Para llegar a
ella en ocasiones hay que atravesar un caudaloso río que por etapas desaparece.
En otros
momentos es solo un arroyuelo donde se unen Oshún y Yemayá, donde La Vírgen de
La Caridad del Cobre y La Vírgen de Regla, se abrazan para desembocar sus
furias de aguas cristalinas, dulce y salada.
Allí lo mismo
encuentras familias con sus pequeños en la tranquilidad y paz de Cuba, que
turistas de cualquier sitio del mundo.
En ese paraje
de la geografía habanera se reúnen sin censuras aparentes, rostros que buscan
la libertad de expresión corporal, sus preferencias sin límites, sin miedos.
La Habana es
mucho más que ciudad, es una permanente invitación a descubrir cada detalle de
sus bondades.
Y aunque la
cámara ya no está porque precisamente en ese sitio dejó de ser, queden estas
imágenes como constancia de la Madre Natura y sus colores de vida.
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