Tener como
vista paisajística un monte que se pierde en el horizonte, es el privilegio de
este pinero que ha echado anclas en la capital cubana.
Desde el balcón
de la sala de mi apartamento o desde la persiana de mi cuarto, se divisa un
paisaje donde la naturaleza incita al descanso espiritual entre tanta vorágine
en La Habana.
Arcoíris tras
la lluvia o aves emigrando, son habituales en esta zona. Lo mismo el
alba o el ocaso, dígase hermosos amaneceres y atardeceres, son un regalo de
Dios, y con estas imágenes les brindo un modesto aporte visual desde
Carapachibey, donde la fotografía es la protagonista.
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