Habana querida.
Cada detalle que me regalas es una bendición para seguir
sobreviviendo a la ausencia de mi terruño pinero.
Cada sombra tras tu gente, tus calles, tu arquitectura y
tu inmenso mar, me alimenta el alma para no morir de melancolía.
Te pinto hoy en blanco y negro porque así me recibiste
hace años atrás y no me dejaste ir nunca más.
La radio fue el motivo para decir un adiós a mi Isla y
realizarme profesionalmente en este difícil arte de comunicar.
A ti debo que mi voz llegue a cada rinconcito de la geografía cubana y
que se extienda a las más remotas geografías del mundo.
Nunca te soñé en mi vida.
Para mí eras ese sitio donde el bullicio de la gente, de
los carros al pasar, de las noches sin dormir, nada tiene que ver con mi
personalidad.
Pero también me acogiste como a una madre y hoy te amo
también Habana de todos.
Hoy comparto estas imágenes de tu balcón más popular, el
mítico malecón de la capital, donde hombres a diario embellecen con esta
tradición de pescar en tus aguas, la cubanía que nos enorgullece ante el
visitante.
Habana, ya estás en mi vida, en mi historia, en las
páginas escritas y que aún están por escribir.
Gracias también a ti Habana, porque me dejas vivir y
compartir los encantos que solo tú sabes regalar.
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