Corrían los últimos días de 2016 y la vida me permitía
regresar a mi terruño pinero al encuentro de la familia.
Varios años si poder pasar el 31 de diciembre en la Isla.
Ese día lo dedicaba a la gran familia cubana a través de
Radio Progreso, La onda de la alegría en programación en vivo.
Como hago habitualmente en mis visitas a la Isla de la
Juventud, me fui a Santa Fe, el segundo poblado en importancia en el Municipio Especial.
Allí llego a las ruinas de lo que fueran las
instalaciones del balneario santafeseño.
Con cámara en mano intento captar el momento para dejar
constancia gráfica y guardar la memoria histórica.
La sorpresa ante el lente; un muchacho quizás de educación
primaria o un adolescente de secundaria básica, no sé, la inocencia de su
mirada no me deja acertar en una edad específica.
En pleno horario escolar en ese paraje solitario en medio
de la naturaleza de la mágica ínsula sureña, se dedicaba a pescar en las
actuales ruinas del que fuera un centro de salud con reconocidos logros.
Lo acompañaba su perro, y al irse le pedí me dejara
tomarle una foto con una de sus presas, una
jicotea.
Dentro de un saco varios peces los cuales quizás
acompañarían esa tarde el plato de comida en su casa.
No sé cómo se llama, dónde vive.
Solo sé que es uno de los habitantes de la Villa de las
aguas, de la capital histórica de la Isla.
Lo regalo como sencilla crónica de Carapachibey para los
que se adentran en este blog que no busca la perfección de la redacción y mucho
menos un protagonismo del escritor, sino que entrego con el amor que siento a
la tierra que me vio nacer y con el placer de ver en imágenes la vida misma,
esa que se detiene en un instante y queda eternizada en un flashazo de la
cámara tras ese difícil arte de la fotografía y al que le debo al desaparecido fotorreportero
Evelio Medina Rodríguez sus enseñanzas.
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