La Habana se
viste de mar y de luna en noches apacibles de soledades.
Caminar su
malecón y descansar en su balcón es ya una tradición de habitantes y
visitantes.
En estas
imágenes no muestro los rostros que la aman en cada noche de placer espiritual.
Me decía mi
amigo Evelio Medina Rodríguez, fotorreportero inspirador de este blog, que una
fotografía sin factor humano no es una buena fotografía, pero hoy quiero
compartir La Habana así, sola, apacible, como no lo es, quieta, silenciosa,
tranquila, abrazada por las olas del mar y engalanada con los destellos de la
luna.
La Habana que
me retuvo un día para no dejarme ir más y acariciarme con su brisa marina en
cada paseo por sus calles.
Contigo amada
Habana comparto mi amor con mi idolatrada Isla de la Juventud que siempre me
espera y no me cela por esta relación entre tres.
Sigues velando
mis sueños y regalando tu hospitalidad con este pinero.
Gracias Habana
por ser hoy y estar para mí.
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