“La
mayor y más intensa sensación que un ser humano pueda experimentar, es el amar
y ser amado, que aunque muchas veces no vienen juntas te hacen estar a plenitud
contigo mismo.”
Esa noche el susurro del viento penetraba
hondo en mis entrañas.
Mi corazón latía al ritmo de los pasos de la
gente.
Mi mirada se tornaba confundida entre tantos
deseos encontrados.
Mi pasión ardía entre el fuego del desencanto
y la desesperanza.
Mi interior firmaba con sus huellas lo que a
grandes gritos me gritaba mi alma.
Pero llegaste tú y con una entrada triunfante, ofuscada del destino, te volviste una jugosa
presa de mi excitada pasión.
Me volví cautivo de mis deseos de hacerte mía
y perderme entre tus brazos.
El tiempo se esfumaba como neblina y las palabras en condena perpetua, fueron
destinadas al silencio.
La indecisión ocupó el territorio de la razón
y está reinando fríamente, hasta que el aliado del destino se ponga a nuestro
favor y en un acto perpetuo de la esperanza te vayas aproximando, te vayas
sintiendo más mía en cada paso que ejecuten mis pies.
Me cautivaron tus palabras y mi corazón se
detuvo ante la fiel sensación de mi fogosidad oculta.
Y ahí supe que eras mía, que nadie podrá
arrebatarte de mi corazón.
Lo que más temo es que no eres genuinamente mía, que tu
corazón se bate a duelo con la realidad intrínseca de tu presente y se vuelve en un desliz de la esperanza, en el mortal veneno que a
largo plazo matará mis ganas de amarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario