La soledad del
cuerpo no pesa más que la del alma.
Esa que tortura
al caer la tarde y nos devora al amanecer.
Es la soledad
de la mente, del cuerpo, la falta de calor, de tu olor y caricias, de tus besos
y abrazos.
La falta de tus
susurros, de tu aliento dulce y tu ternura sin igual.
Amanece y a
Dios le doy gracias por un día más en mi vida pero los días pasan y pesan sin
tu compañía.
El cuarto me
parece mucho más grande y los rayos de sol que se reflejan en la pared dan un
toque de melancolía y tristeza.
Nadie acude a
mi auxilio, nadie grita al mundo que existe un amor esperando entregarse para
ocuparse y preocuparse día y noche por este mortal sediento de un sexo sin
límites.
Mientras sigo
en la soledad de mi cuerpo, de mi cuarto, y cada mañana el alba me sorprenderá
con estas imágenes que a pesar de todo y todos son una real bendición porque
siempre que exista un día más no morirá la esperanza del amor.
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