Como mismo disfruto ver cómo se reconstruyen añejos edificios de la otrora
Villa de San Cristóbal de La Habana, me duele ver a diario otras obras
arquitectónicas que enriquecieron el patrimonio de este país y que hoy están en
ruinas.
Ya sea en el populoso
barrio del Vedado, en Centro Habana, La Habana Vieja, o en lo más intrincado de
la periferia de la capital, se van perdiendo esos pequeños detalles creados por
la mente y la mano del hombre, y que embellecieron a la capital.
A solo unos metros de
La Rampa o en pleno Paseo del Prado, están ahí, como monumento al olvido, a un
pasado que no se resiste a perderse y grita por su restauración.
Salvar el Patrimonio
arquitectónico de La Habana no solo debe ser tarea de la Oficina del
historiador de la ciudad, debe de ser obligación de todas las instituciones
estatales del país.