La vida se me antoja diferente, aunque la monotonía nos agobie en esta capital
cubana.
Basta con caminar sus calles, recorrer sus museos, sus monumentos.
Caminamos y el
abrazador sol se muestra a través de sus sombras porque los amplios portales,
las altas edificaciones, son cual resguardo a cada paso.
El transporte urbano
es una experiencia diaria que invita a la reflexión, esa que nos mantiene
activos durante horas y después, el descanso necesario bajo la sombra de un
árbol del parque.
Es La Habana, la
damisela encantadora del Caribe, la que no solo atrae a turistas extranjeros,
es la bella dama de Cuba, la que todos desean visitar, recorrer, descubrir, y
poco a poco, amar.