Vivir alejado de mi terruño pinero y verlo en esta
hermosa serie del amigo Jaime Prendes, me remonta a los parajes de La Isla de
los Pinos.
Sitio de infancia y adolescencia, de juventud y madurez,
del primer beso, del descubrimiento del placer sexual cuando la vida me vestía aún de uniforme azul.
Allí supe no solo de la primera mirada con esa intensidad
que nos hace temblar sino también del verdadero amor, de ese que va más allá
del momento de locura íntima, del que nos hace sufrir, esperar
desesperadamente, entregarnos de cuerpo y alma y gritar de amor.
En una islita así se es capaz de amar entre lo verde, lo
azul, lo anaranjado, lo negro o lo gris.
La naturaleza forma parte del pinero y de los miles de
jóvenes que compartieron esos interminables parajes del territorio que me vio
nacer, crecer, desarrollar y amar.