Sentarme en el popular malecón habanero se hace habitual
poco antes o después de mis labores profesionales frente a los micrófonos de la
Radio Nacional Cubana.
Es sin dudas un mágico sitio donde miles de personas
acuden en verano a refrescar del intenso calor tropical, o en invierno a
reestrenar los abrigos y otras ropas de invierno.
La foto que acompaña a este artículo fue tomada en el
instante preciso que el faro del Morro radiaba su luz al Vedado capitalino y
arriba la majestuosidad de la romántica luna le robaba el protagonismo de la
noche porque no solo nos regalaba su misterioso halo sino también lo reflejaba
en el inmenso y misterioso mar.
En primer plano el muro del malecón de La Habana raspado
por algún enamorado que quiso dejar plasmado en él las huellas de un amor que
quizás fue tan efímero como la luz de esa luna o de una fugaz sonrisa del ser
amado y que ya no está.