Me detengo a mirar
esta foto de mi ausente amigo Evelito y me trae gratos recuerdos.
Se me antoja una vez más conversar con
ustedes de esta bella loma de la Isla, Sierra Las Casas, una de las dos que
abrazan a la ciudad de Nueva Gerona.
Disfrutar el ocaso del día a través de sus
sombras, de su majestuoso e imponente tamaño, es uno de los regalos que nos
ofrece la naturaleza en la islita caribeña del Archipiélago de los Canarreos.
Más de treinta años viviendo cerca de ella,
en el Reparto Abel Santamaría, vecino del parque natural Julio Antonio Mella, es
un privilegio.
Acostado en mi cuarto podía observar a
diario las diminutas figuras de las personas que suben al mirador natural de la
loma de Gerona.
Sobre las piedras de mármol gris, allá
arriba, se puede visualizar toda la ciudad cabecera pinera.
Detallar desde la altura el estadio
Cristóbal Labra, el Combinado de cítricos, la Fábrica de cerámicas, el
serpenteo del afluente del río Las Casas…
Subir o escalar Sierra Las Casas formó
parte de mis entretenimientos de juventud.
Allá me iba a liberar tensiones de
adolescente, a redescubrir los detalles de mi ciudad natal desde la perspectiva
de la altura, descubrir inclusive otros que desde abajo nunca vemos.
La mayoría de las ocasiones iba solo al
monte, aunque casi siempre encontraba personas por el camino o en el mirador, y
otras veces en compañía de amistades o
compañeros de estudio.
En las noches, desde mi cama o parado en el
patio de mi apartamento, veía luces de lámparas, linternas o fogatas, de
quienes decidían acampar a la luz de las estrellas, más pegaditos del cielo.
Confieso que nunca estuve una noche allá
arriba, aunque sí me cogía la oscuridad bajando su empinado camino.
Y comento sobre la loma del mirador porque
sé de los miles que la han escalado y al leer este artículo se identificarán
conmigo y les traerán también gratos recuerdos de la Isla de la Juventud.
La foto captada por Evelito es la
protagonista de esta crónica, porque aunque tirada con royos y revelada en
blanco y negro, tiene ese detalle artístico que solo sabemos ver y valorar los
que amamos la naturaleza de un sitio que embellece el entorno para soñar y
guardar las esperanzas. Ramón Leyva
Morales
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