Se camina La Habana nocturna con sus encantos mágicos de
luces amarillas.
Se disfrutan sus detalles a cada paso, su elegancia y
majestuosidad, su altanería de capital en una tierra mayormente campestre.
Me atrapó su hospitalidad aunque no me ha robado el
corazón que dejé en mi terruño pinero.
La Habana me hace sufrir en la distancia y el tiempo, en
estas interminables noches de trabajo y placer.