La Habana, ciudad de añejos balcones, con grietas que marcan el
tiempo, apuntalados para aguantar su cuerpo ya cansado de cargas pasadas y
presentes, sin los colores que daban vida y alegría a quienes añoraban mirar el
mundo pasar desde uno de ellos.
Balcones que desnudan las interioridades en sus ropas
tendidas al aire frío o caliente, según la época de cada día y noche que
recibe, desde ellos, la mirada curiosa de habitantes o transeúntes.
Aguardan por el auxilio de sus dueños, o por la
espera de la inevitable caída para nunca más ver pasar la vida bajo su
arquitectura de ayer.
Otros, los más recientes, visten el verde de las
plantas, la vida de luz, de una esperanza para no caer al vacío, como sus
inigualables y ya irrepetibles añejos antecesores.
Más fotos
de los balcones habaneros, en el siguiente link y fotorreportaje: