Bañada
por el mar, en el mismo corazón del Mar Caribe, ahí está, es mi isla, La Isla,
la de Pinos, que aún nos regala el gentilicio de “pineros”, la Isla de
la Juventud, tan cubana como sus palmas, con valores paisajísticos de
incalculables bellezas medio ambientales.
Ahí
están, al alcance del placer del viento, de la lluvia, de la luna y el sol, de
las noches tranquilas y tan estrelladas como un planetario.
Silencio,
sonidos nocturnos de insectos que no se dejan ver su desnudes, rocío de noches
que pasan en minutos, para recibir el día, tan apacible como la hoja en blanco,
de una libreta aún sin usar.
Son los
paisajes de La Isla, prestos a ser descubiertos, para no dejar de amar, de
correr al infinito de este mundo verde azul.