Nacer en
una isla donde los amaneceres pueden hacerte descubrir el mundo y en el ocaso
despedirte de un amor lejano, casi olvidado, es una bendición de la
creación de los mortales, en este infinito universo.
Nadie
duda de los mágicos amaneceres en la playa Bibijagua de arenas negras, como las
apacibles noches en la Isla de la Juventud.
Sitio de
infancia y juventud, de encuentros, de amores y desamores, de aventuras, de familias
que ya no están, de gente que fueron y solo quedan en los recuerdos.
El sol
abraza esas arenas diferentes en el alba de días interminables, donde el lucero
matutino se luce sobre las aguas de su mar, para regalar un beso a las
estrellas que se esconden bajo su azul e inmenso manto.
La
geografía nos revela un amanecer de encantos entre el verde y el azul, entre el
brillo de esas arenas diferentes que forman parte de los habitantes de una
islita donde el amor se eterniza con cada rayo que nos recibe, que desaparece
en las noches, y regresa, al siguiente día, a la orilla de cada detalle de esa
naturaleza, con unos cuerpos que esperan por su luz, para ver el entorno que da
vida y esperanza.
Más fotos de esta bella playa pinera, en el siguiente
vínculo y fotorreportaje :