La capital cubana
despidió el año con un azul intenso e su cielo y la temperatura de un eterno
verano.
Días después llegaba
un frente frío que arremetía con furia sobre La
Habana y su popular malecón.
Por suerte los días
grises y fríos en esta zona caribeña son tan efímeros que no nos permiten
abrigarnos durante más de una semana.
Lamentaba no poder
sentarme en ese balcón capitalino de todos, como habitualmente lo hago en
espera de mi salida al aire o después de terminar un espacio de la radio
nacional cubana.
Furia sobre sus muros
que sirven de banco o asiento a cubanos de todas las regiones del país o de
extranjeros de cualquier rinconcito de este inmenso mundo, también de todos.
Efímera furia que
después deja la calma de un mar tranquilo y con la paz que se vive en este
hermoso archipiélago nuestro.