Fundado el 20 de febrero de 1967
con el nombre de Hasta la victoria siempre, el periódico de la Isla de la
Juventud es uno de los más variados en el país, de los pocos que cuentan con
una página dedicada al entretenimiento de sus lectores, y no lo digo porque sea
el del terruño que me vio nacer y formarme.
Victoria es una palabra que
encierra un concepto que en este país se materializó hace más de 55 años atrás
sobre la pobreza en que estaba sumida la población cubana, la que comenzó a
vivir programas revolucionarios como lo fueron la educación, la salud y el
derecho soberano a la tierra para con ella producir y alimentarnos.
Me remonto ahora a los recuerdos
de la infancia, allá en mi barrio en el reparto Sierra Caballos, cuando se
comenzó a levantar muy cerca de mi casa una obra constructiva en la cual nos
íbamos a retozar en las tardes, después de salir de la escuela.
Era el Poligráfico de Nueva Gerona,
con su tanque elevado para agua, como el que tienen también el hospital local y
la fábrica de cerámicas.
Durante muchos años se estuvo
imprimiendo allí el rotativo de los pineros, hasta la decisión del proceso de
digitalización, el cual se materializa en las computadoras instaladas en sus
locales de la Isla hasta ser enviado hasta el combinado de periódicos Granma de
La Habana y convertido en papel y tinta.
A mi mente vienen aquellos
tanques de basura llenos de recorterías de papeles, inclusive de páginas de
pruebas impresas con un diseño diferente al que ya veíamos en los estanquillos
de prensa.
También botaban gran cantidad de
fotos reflejadas sobre el plomo, de las cuales me llevaba decenas a la casa y
me extasiaba en ver después esas mismas imágenes plasmadas sobre el papel del
periódico.
Sin dudas, desde pequeño ya me
inclinaba no solo por la lectura sino por el mundo de la comunicación a través
de algún medio, como lo hice durante un tiempo como colaborador en el Victoria
gracias a la gentileza de su entonces director Sergio Rivero Carrasco.
Aún la Editora Victoria radica
en ese inmenso edificio ubicado en mi viejo barrio, allí se gesta cada semana
la edición impresa pero día a día sus trabajadores hacen posible que la vida de
la Isla se vea por las redes informáticas en el internet.
Evelio Medina Rodríguez, mucho
antes de pertenecer a la plantilla del Victoria, ya colaboraba con sus fotos, a
petición de Mayra Lamotte, de Pedro Blanco, de Karelia Álvarez o de Alexis
Quiala Ferrer.
Sus últimos años como
profesional de la fotografía y de su vida los pasó junto a ese colectivo que sé
lo quería, porque era una persona que dejaba querer. Allí recibió varios
reconocimientos, entre ellos la Medalla por los treinta años en el sector de la
Cultura.
Desde este blog, multiplicado
también con la cortesía de Sergio Rivero en su sitio http://elpinero.blogspot.com, les envío la felicitación y mi cariño todos los que compartieron sus
días y noches con el compañero y amigo que inspiró a Carapachibey.
No sería lógico comenzar a
mencionar nombres de personas que me brindaron también su confianza en el
Victoria porque se quedaría algunos fuera de la lista, pero sí deseo reflejar
un nombre, una sola personita que allí hizo pasar más agradable las intensas
jornadas de labor del desaparecido físicamente Evelito.
Ella es Malvide, quien desde la
cocina, con su buchito de café, daba amor al amigo que ya no está.
Aquí una muestra de esas
primeras planas del Victoria, donde Evelio llevaba su arte al pueblo que lo
acogió como un hijo más desde sus dos años de edad.
Era el sábado 17 de febrero de
2001, en el aniversario 34.
Ramón Leyva Morales
carapachibey@gmail.com
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