domingo, 19 de enero de 2014

¡Qué niño!



    
Un artículo con una redacción agradable a cualquier lector, con la gracia del cubaneo, de manos de Evelio Medina Rodríguez publicado en el periódico Victoria de la Isla de la Juventud en el año 1998, donde comenta sobre el evento meteorológico El niño, y con plena vigencia a pesar de los años transcurridos desde su publicación.   
 


   Cuando nos preguntan por el niño de la casa, la mayoría de las veces decimos: “Está acabando”.
      El popular programa de televisión Contacto, también tiene su gracioso niño que su anfitriona, Susana Pérez, dice que está acabando.

   Pero no les hablaré ni del niño de la casa, ni del pequeño de Contacto, sino del infante que más dolores de cabeza está dando en el mundo entero. Ese que no respeta partes meteorológicos ni épocas del año para virar las cosas al revés.
   El evento ENOS ya es bien conocido por todos; provoca grandes sequías en algunos países, severos torrenciales en otras regiones y mueren cientos de personas por las altas temperaturas que superan los 40 grados celsius.
   Esto quiere decir que debemos estar siempre preparados para recibir las consecuencias de este majadero “niño”.
   Las medidas las conoce muy bien nuestro pueblo, el cual hace pocos meses, realizó el ejercicio Meteoro 98.
   Hay que prevenir para no tener que lamentar pérdidas humanas y económicas.
    En la calle se comenta del agobiante calor considerado ya el más caluroso de la historia de nuestro país, pero también se escuchan criterios como estos: “El responsable de la inestabilidad en el clima es el hombre, él destruye los bosques, contamina los mares y ríos con desechos tóxicos y lanza a la atmósfera gases contaminantes que poco a poco debilitan y destruyen la capa de ozono”.
   Esto significa para la mayoría de los especialistas y población en general que el hombre es el culpable de este niño, hijo del mundo moderno.
    Mi colega Karelia Álvarez en la edición del sábado 23 de mayo en su sección Conversemos, escribió acerca de hijos deseados o no. Este gran niño engendrado del hombre de estos tiempos, del desarrollo indiscriminado –aunque realmente no fue deseado-, sí lo provocamos y ya lo tenemos, no debemos educarlo y alimentarlo como al de nuestra casa.
   Por esta causa eduquémonos para frenar su malcriadez y no tener que decir: “El evento ENOS, ¡qué niño!
Ramón Leyva Morales

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